miércoles, 1 de julio de 2009

Confesión de Ibsen Martínez

Muy de mañana, en el quinto y último día del Festival Malpensante 2009, el intelectual venezolano Ibsen Martínez se confesó bajo el siete cueros antes de comenzar su conversación con el banquero Bruce McMaster, ambos protagonistas de la conferencia "El petróleo maldito". Ibsen que acostumbra a precisar todo lo que dice, nos dio un dato estupendo, el arbolito que está sirviendo de cobijo confesor para los invitados nacionales e internacionales en el Festival es llamado "indio desnudo" en Venezuela (pronunciado "indioesnú") por el color trigueño de su tronco descascarado:

"En este trecho de mi vida, la extroversión que me caracteriza solo se manifiesta en la más estricta intimidad. La discordia que vive mi país no permite que eso sea público. Solo con mis amigos, Alberto Barrera y Héctor Manrique, a la hora del almuerzo; con la chica que estoy cortejando y con mi abogado, me desfogo. La situación de mi país me ha obligado a recluirme, a encerrarme, a evitar en la medida de lo posible el clima neurótico y esquizofrénico que vivimos en Venezuela. Es el llamado exilio interior que tiene un sentido cotidiano en muchos venezolanos. En el Festival Malpensante, por ejemplo, soy eso, un extrovertido. Voy a parafrasear un comentario muy escalofriante de Cabrera Infante: en Cuba no caben dos hombres libres (haciendo referencia irónica a Castro y a él, el escritor). En Venezuela, hay un loco que está en todas las vallas desde que ta bajas del avión en Caracas y el otro hombre extrovertido soy yo. Ejerzo mi libertad en mi pequeño apartamento donde no tengo televisor sino mucha música, muchos escritorios repartidos en tres habitaciones porque en algún momento de mi vida quise tener un escritorio en ele, para leer, donde no escribía y no trabajada. Soy un gran procastrinador. En ele, me obligo a trabajar, a no poner los pies encima de la mesa como si fuera el jefe de redacción. Me obligué a escribir cosas que no me interesaban desde joven. Por eso me cuesta tanto, me da grima el teclado y acostumbro a inventar maneras de escapar. La Caracas de hoy, la asfixiada, me impide evadir el trabajo porque vivo recluido, ya no me interesa salir. Estoy feliz, no melancólico. Leo sentado, alumbrado por una lámpara de pie. Cocino, me gusta. Voy al mercado de Chacao y ese es el mejor día del mes. Como he vuelto a ser soltero debo ocuparme de la vida doméstica. Invito a una amiga, tomo una copa y vuelvo a mi madriguera. Mi casa ya no es un estudio, es un vividero donde fraguo mi trabajo. El elemento que ha contribuido a incrementar mi productividad es la conciencia del tiempo que pasa, tener 60 años y una prótesis en la aorta que me acompaña desde 2007. En esa fecha, tras la operación difícil, me vi en buceo, con el snorkel. Es como transitar en silencio".

Confesión de Andrés Hoyos




El escritor colombiano y director general del Festival Malpensante 2009, Andrés Hoyos, es un hombre atareado por estos días. Lógico, si se tiene en cuenta la vacaloca en la que anda con 69 invitados abordo y más de 75 actividades que tienen lugar en esta cuarta edición de la saga festivalera. Andrés es el fundador de la revista El Malpensante y se autodefine como un distraído nato. Sin pelos en la lengua, como acostumbra a encarar al mundo y sus habitantes, se confesó:

"La distracción en que ando se hubiera podido convertir en un dolor de cabeza pero ha funcionado para olvidarme enseguida de los problemas que no faltan por estos días. Hay que ejercer la distracción. Es una tentación inconsciente y uno se deja llevar por ella o se resiste. Digo que es mejor abandonarse a ella también para bajar el nivel freático del estrés. Desde un punto de vista literario, en cambio, es un problema y hay que saberla limitar porque la escritura distraída corre el riesgo de ser desafortunada. No queremos eso. Tengo truquitos y látigo para ello. Por ejemplo: voltearme el reloj, poner asteriscos, marcar con color lo escrito en las páginas. El látigo consiste en hacer funcionar al superyo para que me obligue a no perder la atención. Los superyo siempre están enjaulados y les gusta enjaular. Por definición la relación con el superyo es cabrona, hay que aprender a torear y minimizar los daños que produce. El invitado del Festival Malpensante tiene una condición particular: es muy exigente y pide atención, cuidado y poca distracción. Para no tener la sensación de cuidar tanto, prefiero distraerme".